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viernes, 8 de julio de 2011

Maternidad y Liderazgo dos obstáculos para alcanzar cargos directivos

Por Ana Mattern

La incorporación de mujeres al mundo laboral no ha generado un impacto similar a la hora de acceder a cargos directivos. De momento, entre las compañías que cotizan en el Ibex-35 sólo hay un 5% de directivas. La media nacional es del 33,2%.

La Ley de Igualdad no obliga a las empresas a implantar la paridad, pero sí estipula que “procurarán” tener una “presencia equilibrada de hombres y mujeres” en 2015. Ese equilibrio está fijado en un 60% de altos cargos de un sexo y un 40% de otro. Nadie duda que la promoción profesional va de la mano de la formación. Pero, ¿debería la mujer prepararse para tener habilidades de mando? Ser líder es tener la capacidad de influir y alcanzar metas compartidas, de convertir ideas en acción, de ser protagonista, de identificar los intereses de las personas a las que representa y de generar cambios positivos. Algo que ellas están acostumbradas a hacer en su proyecto familiar, hasta el punto de que muchas aseguran que no hay mejor máster en liderazgo que la maternidad. Sin embargo, las mujeres suelen encontrarse con limitaciones a la hora de mostrar este potencial en el ámbito público.

Los expertos indican que aún arrastra dos lastres en su camino hacia los altos cargos. El primero es la maternidad, ya que la madurez profesional y la biológica llegan en el mismo momento. La segunda, el que el liderazgo esté estereotipado como una condición masculina. Sin embargo, habilidades como la inteligencia, la creatividad, la credibilidad o la honradez, que siempre se han relacionado con el liderazgo efectivo, no son patrimonio exlusivo masculino. “La idea de que ellas tienen un estilo de influencia menos asertivo es porque históricamente han estado en situaciones de poco poder y, en ese contexto, cualquier persona debe recurrir a tácticas menos directas. Cuando están en situaciones de poder ejercen su liderazgo con seguridad”, afirma Margarita Mayo, profesora del Instituto de Empresa.

Mientras, aumenta el número de programas de formación para el colectivo femenino. Como LiderA, puesto en marcha por la Comunidad de Madrid, o el financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, para que ellas sean las catalizadoras del cambio en las áreas rurales, hasta la multitud de cursos que organizan las escuelas de negocios, universidades… muchos de ellos financiados con fondos de la Unión Europea. Y el número de alumnas se duplica cada año.


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